Todo cambia
Las creencias en lo cósmico y en lo sobre natural
están instaladas en nuestra cultura desde tiempos remotos. No solo la relación indígena con la
naturaleza reporta una herencia rica en cuanto al vínculo sobre natural y un
conocimiento profundo de las riquezas naturales, también en tiempos más
recientes la presencia de la institución religiosa ha reafirmado el espíritu
creyente a través de diferentes manifestaciones. Además como lo dice el cronista,
en Las
noticas alarmantes la superstición y la ingenuidad han tomado parte en
la vida de los ciudadanos atribuyendo transformaciones de índole individual y
social a cambios astronómicos: al paso de cometas o al acercamiento de un
planeta. El miedo nos hace tomar
medidas, planear, hacer toda suerte de esfuerzos para evitar o hacer que pasen
ciertos acontecimientos. Este año en particular la creencia en boga ha sido la profecía
Maya del fin del mundo en el dos mil doce.
No obstante la promoción mediática de la dicha profecía aún no se ha
disparado el afán de evitarlo, pues sería absurdo en este momento después del
paso por los diversos ismos del siglo
XX que ofrecen una postura más crítica, aunque tampoco estamos en momento histórico
de extrema racionalidad. No me propongo hacer estadísticas pero es posible
observar una revolución en el espíritu de las gentes que reclaman
soberanía. De tipo político, en la
llamada primavera árabe, pero sobre todo en brotes dispersos soberanía
personal. He tenido noticias
coincidentes, repetida, recurrentes de distintas personas ajenas entre ellas,
con contradicciones en las respectivas historias, pero con un punto en común
que se repite: cambio, transformación, movimiento. Cambios de hábito, de pareja, de estado
civil, de trabajo, de ciudad, rupturas y encuentros hacen parte de un despertar
colectivo que se gesta hace tiempo. En estos días un viejo profesor hablaba sobre
el tiempo a los jóvenes de dieciséis años que han pasado más de seis meses
viviendo en el liceo, una conferencia sobre la historia y los procesos que
duran años y décadas, que van formando un sustrato de capas de memoria que posteriormente
serán terreno fecundo para que florezcan nuevas ideas.
Estas historias florecen por doquier, son espontáneas
y abundantes, no dudo que las seguiré encontrando. Desearía sobre todo que
provinieran de aquellos cuyas posturas más rígidas los exponen a duros
quiebres. También desearía preguntarles a todos si están experimentando algún cambio.
Si así fuera años más tarde conoceremos una verdadera trasformación en la
humanidad. No es nuevo, ni se debe a la
profecía Maya, a mi juicio hay un terreno fecundo nutrido con mucha sangre y
mucho dolor. Alguien ya lo pensó y K me recuerda
la canción Todo
cambia de Julio Numhauser.
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