sábado, 3 de diciembre de 2011

Día veintinueve


Todo cambia
Las creencias en lo cósmico y en lo sobre natural están instaladas en nuestra cultura desde tiempos remotos.  No solo la relación indígena con la naturaleza reporta una herencia rica en cuanto al vínculo sobre natural y un conocimiento profundo de las riquezas naturales, también en tiempos más recientes la presencia de la institución religiosa ha reafirmado el espíritu creyente a través de diferentes manifestaciones.  Además como lo dice el cronista, en Las noticas alarmantes la superstición y la ingenuidad han tomado parte en la vida de los ciudadanos atribuyendo transformaciones de índole individual y social a cambios astronómicos: al paso de cometas o al acercamiento de un planeta.  El miedo nos hace tomar medidas, planear, hacer toda suerte de esfuerzos para evitar o hacer que pasen ciertos acontecimientos. Este año en particular la creencia en boga ha sido la profecía Maya del fin del mundo en el dos mil doce.  No obstante la promoción mediática de la dicha profecía aún no se ha disparado el afán de evitarlo, pues sería absurdo en este momento después del paso por los diversos ismos del siglo XX que ofrecen una postura más crítica, aunque tampoco estamos en momento histórico de extrema racionalidad. No me propongo hacer estadísticas pero es posible observar una revolución en el espíritu de las gentes que reclaman soberanía.  De tipo político, en la llamada primavera árabe, pero sobre todo en brotes dispersos soberanía personal.  He tenido noticias coincidentes, repetida, recurrentes de distintas personas ajenas entre ellas, con contradicciones en las respectivas historias, pero con un punto en común que se repite: cambio, transformación, movimiento.  Cambios de hábito, de pareja, de estado civil, de trabajo, de ciudad, rupturas y encuentros hacen parte de un despertar colectivo que se gesta hace tiempo. En estos días un viejo profesor hablaba sobre el tiempo a los jóvenes de dieciséis años que han pasado más de seis meses viviendo en el liceo, una conferencia sobre la historia y los procesos que duran años y décadas, que van formando un sustrato de capas de memoria que posteriormente serán terreno fecundo para que florezcan nuevas ideas.
Estas historias florecen por doquier, son espontáneas y abundantes, no dudo que las seguiré encontrando. Desearía sobre todo que provinieran de aquellos cuyas posturas más rígidas los exponen a duros quiebres. También desearía preguntarles a todos si están experimentando algún cambio. Si así fuera años más tarde conoceremos una verdadera trasformación en la humanidad.  No es nuevo, ni se debe a la profecía Maya, a mi juicio hay un terreno fecundo nutrido con mucha sangre y mucho dolor.  Alguien ya lo pensó y K me recuerda la canción Todo cambia de Julio Numhauser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario