viernes, 25 de noviembre de 2011

Día ventiuno

Del pues al poh
Las economías globalizadas hacen las delicias de los mercados débiles y de los pueblos ingenuos, incluso de aquellos que se consideran muy avispados como los paisas.  Hace ya más de un lustro que en nuestra ciudad se instaló la cadena de almacenes de construcción y decoración, todo para el hogar, el centro del hogar, de origen chileno.  Pero además en Bogotá no solo está la cadena Sodimac, también su competencia.  Después aterrizó la tienda por departamentos, Falabella que fue una novedad.  Ahora han llegado otros dos, La Polar, también tienda por departamento, y Bravísimo, cadena de helados.  Las aperturas económicas no son novedad, pensamos que el tigre asiático que muestra su poderío por el mundo, nos invadiría hasta los últimos rincones y las mejores esquinas de la clase acomodada.  No pensamos que el país del sur, vendría cual dragón.  Ahora será más fácil, pues antes de firmar el Tratado de Libre Comercio con el país de norte, tan ansiado y luchado por algunos, se firmó sin mucho escándalo y sin mucha dificultad el TLC con Chile.  Lo paradójico es que esta relación que es de vieja data, parecía ir en otra dirección hasta hace unos pocos años.  Chile se convirtió en la opción para muchos colombianos.  Opción para ir de vacaciones, para vivir, para estudiar, para trabajar, para hacer negocios, y también para encontrar el amor al paso, como le pasó a algunas jóvenes.  Los chilenos asombrados se preguntaban qué vienen a hacer tantos colombianos aquí.  Incluso asombraba que no solo se radicarán en la capital sino también en algunas ciudades de regiones, y que con la diversidad que ofrece Chile, eso sea sinónimo de ambientes extremos.  Recuerdo una vez que en la zona franca de Iquique una mujer que atendía un almacén se sorprendió de mi acento, o mejor de mi color de piel, pues según ella todas las colombianas eran negras.  Así fue como averiguando supe que existía una cierta ruta migratoria por el pacífico, barcos procedentes de Buenaventura arriban a varias ciudades del sur.
Los flujos en todo caso son diversos y por estos días es imposible omitir el comentario sobre la derecha hermandad de los gobiernos, y la correspondiente resistencia de los pueblos.  Así mientras el presidente anunciaba que se adoptaría entre otros el modelo educativo, los estudiantes colombianos no solo apoyaban en movimiento chileno en contra del nefasto y excluyente sistema educativos, sino que armaron un propio movimiento en contra del proyecto de la ley de educación.  Estas luchas fundamentales ya han logrado instalar un discurso y concientizar a un segmento de la población que aparecía tranquilo con el tema.  A riesgo de juicios diré que el pueblo chileno y el colombiano llevan años de hermandad, de lo cual soy testigo privilegiada, y en general han sido relaciones de mutua ganancia.  Pero a este ritmo, solo faltará un chichinero en Junín y pasar del pues al poh, para decir que Colombia se chilenizó.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Día trece

El transporte
Movida por las ganas de aprender me inscribí en un seminario universitario.  No tenía resuelto con antelación el modo en que me desplazaría, pues en días anteriores no faltó el amigo caritativo, el familiar generoso que me hicieran múltiples acarreos, o en el peor de los casos, uno de los miles de taxis que se atiborran en las calles de Medellín.  Había observado que frente a mi casa pasaban busetas verdes de tamaño mediano que entre los letreros de la ruta decían Metro. La ventaja de este servicio integrado es que ofrecía una tarifa igualmente integrada, dos mil cincuenta pesos por los dos pasajes, en lugar de los mil seiscientos por el bus y mil cuatrocientos por el Metro.  Una vez arriba de la buseta descubrí que no era tan simple, pues para que saliera barato había que comprarlos con antelación, así que pague mil seiscientos.  Aunque estaba llena, logré pasar la registradora y acomodarme en el tumulto.  Una vez llegamos a la avenida Las Palmas a un ritmo de no más de diez kilómetros por hora, una señora decidió bajarse y no se me ocurrió nada mejor que dejarla salir con la mala idea de cruzar la registradora.  Cuando intente volver a mi lugar, el señor conductor me detuvo: quédese ahí sino la registradora vuelve a contar.  Para este instante el paso por Las Palmas estaba lo suficientemente despejado como para sentir que podía caerme en cada curva, pues la puerta, violando toda norma de tránsito y de seguridad, estaba abierta de par en par.  Menos mal que iban un par de colados que estaban más afuera que yo, y en caso de accidente caerían primero.  Cuando llegamos a la “civilización” el conductor debió cerrar la puerta para lo cual me aviso muy cordialmente que me corriera.  No así cuando quiso volver a abrirla por lo que casi quedo atrapada entre la puerta y la barra de contención.  El grito alertó al amable conductor que me liberó.
Después, en la estación del metro, averigüé en la fila cómo funcionaban los tiquetes integrados, pero esta vez tendría que pagar la tarifa plena.  Ahora el Metro funciona con líneas alternas, que no paran en todas la estaciones, hay una línea ver y otra naranja, supuestamente el servicio es más rápido, aunque uno tenga que ver pasar trenes de largo, y esto incremente la sensación sicológica de la espera.  El tren iba lleno, pero con suficiente espacio para respirar, se sienten un olor a limpio, a perfumes variados incluido el mió.  Si alguien se incomoda, la publicidad de Bancolombia le recuerda que no tiene que viajar en Metro, ellos le prestan para que compre un carro, no se puede evitar sentir que sería más cómodo viajar en auto propio sobre todo porque donde mire está el mismo letrero que se repite hasta el hartazgo.  Pero la voz pasmosa del un locutor que anuncia la próxima estación y el ritmo lento del aparato me relajan.  Dos estaciones siguientes el mensaje del anuncio cambió, decía más o menos así: si va a toser o a estornudar utilice pañuelos, no lo haga encima de los demás, esto nos hace más educados.  Recordé de inmediato los manuales de urbanidad de otras épocas.  Finalmente llegó a la estación Universidad y desciendo las escaleras en medio de un tumulto de estudiantes que van a decidir si estudian, porque como en Chile y Costa Rica, los estudiantes volvieron a despertar.
Coda
Desde el inicio del Metro no han faltado todo tipo de mensajes que intentan calar en inconsciente colectivo para hacernos más educados, decentes y mejores personas.  Ahora también están dichos en inglés, para que seamos un pueblo moderno, bilingüe, pero sobre todo para hacerle más agradable la visita al turista gringo.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Día uno.


El mercado
Muy temprano me despertó la llamada de un familiar para avisarme que había descuentos en la tienda por departamentos de la ciudad.  Dichos descuentos tenían como particularidad que solo operaban entre las 6:00 y las 10:00 de la mañana.  Hora nada cómoda para los dormilones, pero esta no es precisamente una ciudad de dormilones.  Animada por la ilusión de que encontraría enseres de cocina para mi nueva casa a buenos precios, me dispuse de buen ánimo a participar del festín.  Efectivamente pude comprobar que este pueblo tiene un bajísimo sentido de la comodidad.  Una de las características de esta tienda es tener cajas de paga en cada sección, con lo cual un día normal se hace fácil el pago.  Pero este sábado no era así.  Aunque estaban todas las cajas habilitadas puedo afirmar, sin temor a exagerar, que había filas de más de cuarenta personas en cada una. No había por donde andar cada quien buscaba hacerse su propio festín.  Es necesario aclarar que este brote de consumo sucedió a inicios de un mes de noviembre.  Por eso no es extraño que durante un rato que estuve en la fila, haya visto a una pareja que compraba al por mayor, y pagó mercancía por valor de tres millones seiscientos mil pesos, que gracias al madrugón se redujo a dos millones quinientos, todo esto para revender en un municipio.  Pero además de pagar los buenos descuentos que serán la navidad de más de uno, la espera en la fila da para todo.  Así pude escuchar la conversación entre dos recién conocidas.
―¿A usted cuál de estos bolsos le parece más bonito?
―A mí me gusta el rosado.
―Ay, pero es que el café está tan barato, aunque yo tengo uno igual.
Me saco del letargo una palmada en el hombro de alguien que me observaba, y vio cuando mi acompañante me ofreció un suéter tejido que deje de lado.  Pues bien, él quería saber si el suéter que yo había dejado venía también en otros colorcitos!
Madrugada, largas filas y uno que otro pisotón, todo con el fin de disfrutar de la ilusión del consumo, pero como no hay esfuerzo sin recompensa a la salida me encontré por azar con un par de buenos amigos.  Finalmente, valió la pena el madrugón.
CODA
En el tradicional Éxito venido a menos con la llegada de estas tiendas, por lo menos en cuanto a textiles y enseres de hogar, también hacia sus promociones, y sin gente ni pisotones obtuve buenos precios; y también al final me encontré con un conocido, ya no por casualidad o recompensa, sino porque no nos digamos mentiras, Medellín con consumo y todo seguirá siendo una villa.

martes, 8 de noviembre de 2011

Cosas por decir

Este blog está dedicado a registrar los acontecimientos cotidianos anodinos de la vida en la Bella Villa y sus alrededores en este principio de siglo.  La idea está inspirada en las recientes I Jornadas Colombianas: Colombia todo tema, organizado por estudiantes colombianos del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile.  En dichas Jornadas, la ponencia de Natalia López, me recordó mi época de estudiante de periodismo donde gracias a la profesora Mary Luz Vallejo, tuve conocimiento de las crónicas de Luis Tejada.  Estos dos momentos, sumados a la demostración bien argumentada de Natalia, de la facilidad anecdótica que tenemos los oriundos de estas tierras, me motivaron a dejar plasmadas mis impresiones sobre lo cotidiano.  Aquí encontraran descripciones y apreciaciones de lo que acontece en el barullo urbano sin que sea objeto de registros mediático, o debate público.