viernes, 11 de noviembre de 2011

Día uno.


El mercado
Muy temprano me despertó la llamada de un familiar para avisarme que había descuentos en la tienda por departamentos de la ciudad.  Dichos descuentos tenían como particularidad que solo operaban entre las 6:00 y las 10:00 de la mañana.  Hora nada cómoda para los dormilones, pero esta no es precisamente una ciudad de dormilones.  Animada por la ilusión de que encontraría enseres de cocina para mi nueva casa a buenos precios, me dispuse de buen ánimo a participar del festín.  Efectivamente pude comprobar que este pueblo tiene un bajísimo sentido de la comodidad.  Una de las características de esta tienda es tener cajas de paga en cada sección, con lo cual un día normal se hace fácil el pago.  Pero este sábado no era así.  Aunque estaban todas las cajas habilitadas puedo afirmar, sin temor a exagerar, que había filas de más de cuarenta personas en cada una. No había por donde andar cada quien buscaba hacerse su propio festín.  Es necesario aclarar que este brote de consumo sucedió a inicios de un mes de noviembre.  Por eso no es extraño que durante un rato que estuve en la fila, haya visto a una pareja que compraba al por mayor, y pagó mercancía por valor de tres millones seiscientos mil pesos, que gracias al madrugón se redujo a dos millones quinientos, todo esto para revender en un municipio.  Pero además de pagar los buenos descuentos que serán la navidad de más de uno, la espera en la fila da para todo.  Así pude escuchar la conversación entre dos recién conocidas.
―¿A usted cuál de estos bolsos le parece más bonito?
―A mí me gusta el rosado.
―Ay, pero es que el café está tan barato, aunque yo tengo uno igual.
Me saco del letargo una palmada en el hombro de alguien que me observaba, y vio cuando mi acompañante me ofreció un suéter tejido que deje de lado.  Pues bien, él quería saber si el suéter que yo había dejado venía también en otros colorcitos!
Madrugada, largas filas y uno que otro pisotón, todo con el fin de disfrutar de la ilusión del consumo, pero como no hay esfuerzo sin recompensa a la salida me encontré por azar con un par de buenos amigos.  Finalmente, valió la pena el madrugón.
CODA
En el tradicional Éxito venido a menos con la llegada de estas tiendas, por lo menos en cuanto a textiles y enseres de hogar, también hacia sus promociones, y sin gente ni pisotones obtuve buenos precios; y también al final me encontré con un conocido, ya no por casualidad o recompensa, sino porque no nos digamos mentiras, Medellín con consumo y todo seguirá siendo una villa.

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